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domingo, 27 de abril de 2014

5. Carla

Querida Anita,
Llevo ya tres días aquí, en Barcelona. Todavía no he salido, me da mucho miedo. Me da miedo que todo pueda volver a pasar... No quiero conocer gente por lo que pueda pasar pero, queda tan poco para que empiecen las clases...
Supongo que estarás en Portugal, haciendo de las tuyas. Por favor, escríbeme pronto y cuéntame todo. Necesito una amiga. 
Te quiero, 
                 Carli.

Carla metió la carta en el sobre y bajó al salón. Sus padres estaban (todavía) organizando cosas así que no se dieron cuenta de que estaba allí. Buscó por los cajones (que estaban completamente vacíos) en busca de un sello. Pero nada.
-Mamá.
No le escuchó.
-¡Mamá!
-Perdona hija, ¿decías...?
-¿Dónde están los sellos?
-No tenemos.
-¿Qué? ¡Pero necesito uno para mandarle esto - dijo levantando el sobre - a Anita!
-Pues o vas tú a comprarlos, o tendrás que esperar a que alguno de nosotros vaya.
Ni siquiera se planteó la idea. Subió a su habitación y tiró el sobre a la papelera (todavía vacía) que había debajo de su escritorio.

Puso la radio, y al segundo, escuchó cómo su madre subía las escaleras. Entró en su habitación y dijo:
-Si vas a hacer el vago, ¿qué tal si nos ayudas?
Carla puso los ojos en blanco. Sacó el sobre de la papelera (que de nuevo estaba vacía), cogió su bolso y dijo:
-Pensándolo mejor, voy a comprar sellos - dijo apagando la radio.
Bajó las escaleras, cogió un mapa y salió a la calle.

Pasaron dos horas y al fin encontró una papelería. Se había equivocado al mirar el plano así que había dado una vuelta tonta. Había vuelto por su casa y unas calles más abajo había encontrado la papelería. Entró y parecía no haber nadie.
-¿Hola? - preguntó al cerrar la puerta.
Se acercó al mostrador y esperó un rato.
A los minutos, salió un chico alto, de pelo moreno y ojos grises.
-¿Qué quieres? - preguntó.
Se quedó mirándolo unos instantes.
-No tengo todo el día - le dijo.
-Sí, eh... perdona. Es que... bueno, qué más da- dijo para excusarse. Él la miró raro y al fin ella consiguió pedirle los sellos. El chico se alejó unos minutos y volvió con una caja.
-¿Cuántos? - preguntó.
-Uhm... nosé. ¿Diez? - dijo.
-Pues no lo sé. Tú eres la que quiere comprarlos.
Estaba muy nerviosa así que  al final dijo:
-Mejor cinco.
-Cinco pues.
Sacó cinco y los metió en una bolsita muy pequeña junto con un ticket.
-Dos cincuenta.
-¿Qué? - dijo Carla.
-Que son dos cincuenta.
.¿Qué...? ¡Ah, vale, sí, sí! Espera un segundo - dijo buscando el monedero.
-Uno. ¿Me das ya mis dos euros cincuenta?
-Sí, sí. Ten - dijo dejando las monedas sobre su mano.
-Gracias.
-A ti  - dijo Carla un poco molesta por lo que acababa de pasar.

"Qué borde", pensó. Subió unas cuantas calles algo perdida y al fin vio la tienda de la esquina que marcaba la calle en la que estaba su casa. Entró y subió a su habitación.
-Carla, deja los sellos en este cajón - dijo su madre desde el piso de abajo.
-No, los he pagado yo, son míos - dijo ella desde su habitación.
Se sentó en su escritorio y preparó el sello con direcciones y sello incluido. Lo dejó en una esquina para mandarlo al día siguiente y se peinó el pelo. Cogió un coletero y se hizo una coleta alta. Después se hizo un moño. Y para darle su toque personal de "creadora de peinados", se puso unos palillos de colores verdes que hacían que pareciese un peinado oriental.

No tenía nada que hacer así que se puso a leer.

Continuará...


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